"PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN"
(Cartas a mis muertos)
MADRID 2 DE NOVIEMBRE DE 1 855.
¡Ay del que en una y otra sepultura
prendas del alma sumergirse vio,
y ansioso tornó a amar en su locura,
y otra vez y otra vez su bien perdió!
¡Ay de mi, que, rebelde y furibundo,
de la fe y del temor rompí los lazos,
y abarqué el universo..., y vi que el mundo
era un cadáver más entre mis brazos!
(Versos inéditos míos.)
PREFACIO
Ningún día del año, ninguno; ni el de San José, ni el de los Santos Reyes, ni el de año-nuevo, ni el viernes de Dolores, ni antes de emprender un viaje, ni después de un cambio político, ni en vísperas de elecciones, ni al salir de una enfermedad, ni cuando me entran ganas de ser Académico, ni a poco de contraer matrimonio, ni la mañana del estreno de un drama mío, ni al día siguiente de perder mi caudal al juego... (ya comprenderán ustedes que la mitad de estas cosas no me han sucedido ni una vez siquiera); nunca, en fin, es tan larga la lista de mi tarjetero, nunca me encuentro con tantas visitas que hacer, como el día de la
Conmemoración de los Fieles Difuntos.
¡Y es que pocos hombres de mi edad habrá en la tierra que tengan con el cielo una cuenta tan larga como la mía!
De cuantos barcos eché a la mar, y fueron muchos... (hablo metafóricamente), apenas veo ya alguno que otro, roto y desarbolado por los huracanes, tendido y solo sobre las arenas de la playa. — Los demás se hundieron para siempre en el Océano.
Dice Quevedo, y dice bien:
No tanto me alegrárades con hojas
en los robres antiguos,
remos graves, como colgados en el Templo, y rotos!
¡Noble, filosófico, ascético pensamiento, digno de un espíritu de primer orden! Pero, si Quevedo estaba en lo firme, no es menos cierto que la Tierra se reduce ya para mí a un inmenso Campo-Santo.
— Mi verdadera patria se encuentra ya ultra-tumba. — Cuando yo muera me figuraré que resucito.
— Allá tengo muchas más relaciones que acá.
Por eso me agrada ir todos los años, tal día como hoy, a visitar el cementerio más próximo a mi casa. Poco me importa que el panteón sea este o aquél. La muerte es cosmopolita. — Donde quiera que hallo cruces, flores, cirios y coronas, allí creo que están mis muertos, los míos, mis predilectos finados, los seres que me abandonaron y cuya ausencia debiera llorar todos los días. — ¿No es cada Campo-Santo una colonia de esa patria de todos que se llama la Eternidad?
Y no voy a llorar...; porque ya no se estila hacerlo.
Ni a rezar...; porque nunca rezo en público.
Ni a dar limosna para misas; porque conozco a algunos sacerdotes que me las dicen de balde.
Voy a consolarme de no ser ministro, ni sabio, ni hermoso, ni banquero.
Y, de camino, felicito a mis difuntos y los entero de cuanto ocurre por aquí.
Pero ¡ay! este año son tantos mis quehaceres, que me es imposible ir a darles los días en persona.
Quédame dichosamente el moderno recurso del correo interior, y a él apelo, temeroso de que mis amigos del otro mundo se figuren que los he olvidado y mueran de pena, o , por mejor decir, resuciten...;— lo cual sería mucho más espantoso... para ellos.
Ved, pues, lo que les digo con esta fecha.
I
Amigo mío:
Tu mujer era una hipócrita: todas las promesas de eterno amor que te hizo durante la luna de miel, y todos los ofrecimientos de viudez perpetua que te dio a libar en tus últimos instantes, hanse convertido en un Capitán de caballería, con el cual se casará de un día a otro, si ya no se ha casado.
En mi concepto, la mujer que contrae segundas nupcias al año de enviudar, amaba a su marido lo bastante para...