Bienvenida de Juan Martín

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24 ago 2017

"La mujer"

Remy de Gourmont

   
"La mujer"


Rémy de Gourmont.jpgPaulina pasó en el confesonario media hora muy grata. Conforme iba desprendiendo los pescados de los frutos del pecado, el árbol aligerado erguía sus ramas y recobraba su aspecto primaveral.

«Me ocurre en cierto modo-pensaba-como cuando Amelia me lava la cabeza. A medida que los chorros írescos me Inundan, me voy sintiendo más ligera, como desembarazada de un pesado velo, del crespón de las preocupaciones.

Al pensar esto, sentíase avergonzada, porque hubiese por consagrarse por entero a la contrición, e interesarse por impulsos de arrepentimiento en las indulgentes palabras del cura.

«¡Pero realmente es eso! -proseguía para sí misma-.

¿Además de esta sensación de bienestar que experimenta, ¿no es acaso la prueba indiscutible de la acción del sacramento sobre la pecadora? "

15 ago 2017

"El amo confiado y el criado inocente"

Mateo Bandello


"El amo confiado y el criado inocente"



En el tiempo en que Maximiliano César estaba con un numeroso ejército sitiando a Padua, un gentilhombre con su familia escapó a refugiarse a Mantua, y me contó que antes de la guerra vino a esta ciudad un joven alemán, que se puso al servicio de un gentilhombre en calidad de mozo de cuadra, porque no sabía hacer otra cosa más que cuidar de los caballos. Era de aspecto simpático, pero de una inocencia tal, que se le podía hacer creer cuanto se deseara.

El gentilhombre al servicio del cual estaba, tenía pasión por los pájaros y pasaba todo el día ocupado en cacería. Como el alemán no se ocupaba más que de la cuadra, el amo creyó poder confiarle el cuidado de que le limpiase las botas y se las engrasara para que estuviesen bien flexibles.

4 ago 2017

El cornudo consolado

Giovanni Boccaccio


"El cornudo consolado"



Poco tiempo hace vivía en Perusa un riquísimo sujeto llamado Pedro Vinciolo, muy conocido por su afición a los placeres, pero tocado de indiferencia por los que las mujeres procuraban.

A fin de desechar del ánimo de sus compatriotas esas sospechas, por cierto muy fundadas, resolvió casarse, tomando por esposa a una señorita a propósito para conducirlo por la buena vía. Era joven, alta, robusta, ojos vivos, de pasiones ardientes, en una palabra, la complexión que necesitaba no un marido sino dos. Por desgracia suya, aquel a quien diera la mano de esposa estaba muy poco dispuesto a satisfacer los deseos naturales del matrimonio: sus gustos e inclinaciones lo alejaban de las mujeres, de suerte que tenía trato con la suya lo menos posible, y sólo para no infundirle sospechas sobre el vergonzoso vicio del que era apasionadísimo. Semejante conducta distaba mucho de contentar a la señora, la cual veíase instigada por su temperamento. Como no podía tachar de impotente a su marido, puesto que era vigoroso y se encontraba en la flor de la edad, sospechó de su depravación, lo que le causó un gran disgusto. Empezó reconviniéndolo y terminó por injuriarlo. Diariamente se renovaban los debates y la guerra en aquel matrimonio. Por último, viendo que todas aquellas pendencias no conducían a otra cosa que a alterar su salud, sin lograr reformar a su indigno consorte, resolvió castigarlo por su indiferencia.