"MARQUÉS DE SADE"
(Hay sitio para dos )
Una hermosísima burguesa de la calle Saint-Honoré, de unos veinte años de edad, rolliza, regordeta, con las carnes más frescas y apetecibles, de formas bien torneadas aunque algo abundantes y que unía a tantos atractivos presencia de ánimo, vitalidad y la más intensa afición a todos los placeres que le vedaban las rigurosas leyes del himeneo, se había decidido desde hacía un año aproximadamente a proporcionar dos ayudas a su marido que, viejo y feo, no sólo le asqueaba profundamente, sino que, para colmo, tan mal y tan rara vez cumplía con sus deberes que, tal vez, un poco mejor desempeñados habrían podido calmar a la exigente Dolmène, que así se llamaba nuestra burguesa. Nada mejor organizado que las citas concertadas con estos dos amantes: a Des-Roues, joven militar, le tocaba de cuatro a cinco de la tarde, y de cinco y media a siete era el turno de Dolbreuse, joven comerciante con la más hermosa figura que se pudiera contemplar. Resultaba imposible fijar otras horas, eran las únicas en que la señora Dolmène estaba tranquila: por la mañana tenía que estar en la tienda, por la tarde a veces tenía que ir allí igualmente o bien su marido regresaba y había que hablar de sus negocios. Además, la señora Dolmène había confesado a una amiga que ella prefería que los momentos de placer se sucedieran así de seguidos; el fuego de la imaginación no se apagaba de esta forma - sostenía -, nada tan agradable como pasar de un placer a otro, no cabía el fastidio de tener que volver a empezar; pues la señora Dolmène era una criatura encantadora que calculaba al máximo todas las sensaciones del amor, muy pocas mujeres las analizaban como ella y gracias a su talento había comprendido que,...