Bienvenida de Juan Martín

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22 jun 2015

La hormiga y la pulga.

"TOMÁS DE IRIARTE"


(La hormiga y la pulga)


Para no alabar las obras buenas, algunos las suponen de fácil ejecución


 
Tomas de IriarteTienen algunos un gracioso modo
de aparentar que se lo saben todo,
pues cuando oyen o ven cualquiera cosa,
por más nueva que sea y primorosa,
muy trivial y muy fácil la suponen,
y a tener que alabarla no se exponen.
Esta casta de gente
no se me ha de escapar, por vida mía,
sin que lleve su fábula corriente,
aunque gaste en hacerla todo un día.

A la pulga la hormiga refería
lo mucho que se afana,
y con qué industrias el sustento gana;
de qué suerte fabrica el hormiguero,
cuál es la habitación, cuál el granero,
cómo el grano acarrea,
repartiendo entre todas la tarea;
con...

20 jun 2015

La ventana tapiada

"AMBROSE BIERCE"


(La ventana tapiada)


Ambrose Bierce-1.jpgEn 1830, a solo unas pocas millas de donde hoy se levanta la gran ciudad de Cincinatti, se extendía un inmenso e impenetrable bosque. La región entera fue poblada por gente de la frontera, incansables almas que, tan pronto como construyeron hogares habitables fuera de la naturaleza salvaje y algún grado de prosperidad que hoy llamaríamos indigencia, impelidos por algún misterioso impulso de su naturaleza, abandonaron todo y se dirigieron hacía el oeste lejano para encontrar nuevos peligros y privaciones en un esfuerzo por lograr de nuevo las exiguas comodidades a las que habían renunciado voluntariamente. Muchos de ellos habían dejado ya esa región de los antiguos asentamientos, pero entre aquellos que permanecieron hubo uno que había sido de los primeros en llegar. Él vivía solo en una cabaña de troncos rodeada por todas partes por el bosque, de cuya lobreguez y silencio pareció ser parte, ya que nadie jamás le vio sonreír o decir una palabra innecesaria. Sus simples necesidades fueron suplidas por la venta o el trueque de pieles de animales salvajes del río, pero no por cosas que él hizo sobre la tierra, que si hubiera sido necesario, podría haber reclamado como propias por derecho. Hubo evidencias de "mejoras", unos pocos acres de terreno a un lado de la casa en el que se habían talado algunos de sus árboles; los deteriorados tocones cubiertos a medias por...

16 jun 2015

El último viaje.

"MARCOS PATRICIO CONCHA VALENCIA"


(El último viaje)


Marcos Patricio Concha Valencia-¡Setenta con treinta bajando, treinta y cinco de pulso irregular! -lejos, de ultratumba, escuché la voz preocupada de la enfermera.

  La botella de suero se desvanecía en el espacio, dejando al fondo una pared blanca borrosa. Las sombras y tinieblas apagaban la luz de la lámpara clínica. No sentía dolor, sólo cansancio que me arrastraba a cerrar los ojos y dormir.

  El monitor emitió pitos acelerados y agudos, reflejando mi corazón que se resistía a detenerse.

-¡Veinte mililitros! ¡Inyecte una dosis de veinte mililitros de solución de adrenalina! ¡Rápido!
   Prepare el resucitador de paro cardíaco. -El roce de las medias y faldas, los pasos apresurados, el choque de los instrumentos al caer sobre la mesa de vidrio, me indicaron la ansiedad que producía la extinción de mis signos vitales. Mi cuerpo se apagaba y un frío gélido lo invadía lentamente. El monitor advirtió la detención de mi corazón con un sonido plano y alargado. Se produjo el último estertor voluntario.

  Mi cuerpo saltaba con un ruido apagado al chocar mi espalda con el colchón de la cama clínica. Diez veces se repitió hasta que una voz interrumpió:

- La perdimos. No me explico lo que produjo el deceso. Estuvimos a punto de recuperarla del coma. Avise a su marido el doctor Garcés.

  Se extendió un profundo silencio de desaliento, que fue perturbado por una voz triste y piadosa:
- Límpiale la boca, ciérrale los párpados y arréglale el pelo. Los deudos que se encuentran en el pasillo querrán verla.

  Tuve conciencia de...

12 jun 2015

La viejecita y el curandero

"LEYENDAS POPULARES"
(La viejecita y el curandero)
Había una vez una anciana que tenía problemas en la vista e hizo llamar a un curandero. Este la examinó atentamente y afirmó que podía curarla, a condición de que mantuviera los ojos cerrados mientras el tratamiento hacía efecto. La anciana aceptó.
El curandero preparó una poción. La anciana la bebió con los ojos cerrados y se quedó así durante unos momentos. Entonces el charlatán aprovechó para robarle sus cuadros, joyas, muebles y alfombras. Cuando la anciana abrió los ojos el charlatán quiso cobrarle pero la anciana se negó.
             -No, no te pagaré porque no me he curado –le dijo al curandero-. Incluso puedo afirmar que mi enfermedad ha empeorado. Antes veía mis muebles, mis cuadros, mis joyas y mis alfombras, pero ¡ahora ya no los veo!


11 jun 2015

La última pena.

"CIRO BERNAL CEBALLOS"



(La última pena)



Ciro Bernal Ceballos
A la hora de la siesta llovía el sol sus candentes púas en el escueto patio del Palacio de Justicia y una andrajosa muchedumbre se atumultaba a las puertas del segundo salón de jurados pugnando inútilmente por entrar.

En el interior, estaban los bancos de madera repletos de plebe, y sobre la plataforma de los debates, los ciudadanos constituidos en tribunal popular bostezaban en sus desvencijadas poltronas como agobiados por el calor.

En el banquillo del acusado, descansaba un hombre, joven aún, y hermoso, a pesar de la mortal demacración de su semblante.

Su amplia frente, de un tísico blancor y señalada por arrugas prematuras, semejaba una placa de mármol rubricada por las vetas.

Tenía la cabellera aborrascada y totalmente blanca, verde los ojos, aristocráticas las facciones, y la barba mosaica y muy larga… desmesuradamente larga… fabulosamente larga…

Cumplidas las fórmulas de ley, el presidente de la audiencia dijo al procesado:

–Póngase usted de pie.

La lividez del presunto delincuente se acentuó hasta adquirir transparencias de porcelana.

Entorvecióse el peludo ceño del funcionario y clavando en el culpable su penetrante mirada de cuervo:

–Consta en autos, que la occisa era una buena mujer y nunca tuvo usted motivos de queja contra su comportamiento en todo el tiempo en que hicieron vida marital: consta también, que trabajaba para ayudar en el combate de la existencia al que por compañero había elegido: consta igualmente, que era amorosa en el hogar y cumplió con admirable humildad todas las obligaciones que había contraído en el concubinato… ¿Por qué, pues, la asesinó usted de una manera tan alevosa y tan villana?...

–¡La maté… porque de noche… de noche… me daba miedo…!

–Refiera usted con todos sus detalles las circunstancias en...

8 jun 2015

El converso.

"JUAN JOSÉ ARREOLA"

(El converso)


Resultado de imagen para fotos de juan josé arreolaEntre otros deberes, he contraído el de hacer volver atrás a mis discípulos. A los de la tierra, se entiende. Los del infierno seguirán esperando inexorablemente mi regreso. En lugar de la redención prometida, no habré hecho más que añadir un nuevo suplicio: el de la esperanza. Dios lo ha querido así.

Yo debo volver al punto de partida. Dios se niega a iluminarme y debo colocar mi espíritu en el plano en que se hallaba antes de seguir el camino equivocado, esto es, en vísperas de recibir las órdenes menores.

Nuestro coloquio se ha desarrollado en el sitio que ocupo desde que fui arrebatado del infierno. Es algo así como una celda abierta en lo infinito y ocupada totalmente por mi cuerpo.

Dios no acudió inmediatamente. Por el contrario, me pareció una eternidad la espera, y un sentimiento de postergación indecible me hacía sufrir más que todos los suplicios anteriores. El dolor pasado era un recuerdo grato en cierta manera, ya que me daba ocasión de comprobar mi existencia y de percibir los contornos de mi cuerpo. Allí, en cambio, me podía comparar a una nube, a un islote sensible, de márgenes constituidas por estados cada vez más inconscientes, de manera que no lograba saber hasta dónde existía ni en qué punto me comunicaba con la nada.

Mi sola capacidad era el pensamiento, siempre más desbordado y potente. En la soledad tuve tiempo de andar y desandar numerosos caminos; reconstruí pieza por pieza edificios imaginarios; me extravié en mi propio laberinto, y sólo hallé la salida cuando la voz de Dios vino a buscarme. Millones de ideas se pusieron en fuga, y sentí que mi cabeza era la cuenca de un océano que de pronto se vaciaba.

Está por demás aclarar que fue Dios quien puso todas las condiciones del pacto, y que a mí sólo me reservó el privilegio de aceptarlas. No fortaleció mi juicio en modo alguno; el arbitrio fue tan completo, que su imparcialidad me parece falta de misericordia. Se limitó a indicarme los dos caminos: recomenzar mi vida, o ir de nuevo al infierno.

Todos dirán que el asunto no era para pensarse y que debí decidirme inmediatamente. Pero tuve que dudar mucho. Volver atrás no es cosa sencilla; se trata nada menos que de inaugurar una vida deshaciendo los errores y salvando los obstáculos de otra; y esto, para un hombre que no ha dado muestras de gran discernimiento, exige una serenidad y una resignación que Dios mismo echa de menos en mi persona. No sería difícil errar otra vez y que el camino de salvación se desviara nuevamente hacia el abismo.

Además, en mi conducta futura está incluida toda una serie de actos insoportables, de humillaciones sin cuento: debo someterme y aclarar públicamente mi nueva situación. Han de saberlo todos, discípulos y enemigos. Los superiores cuya autoridad desprecié recibirán las cumplidas muestras de mi obediencia. Juro que si entre tales personas no se hallara fray Lorenzo, la cosa no sería tan grave. Pero es él precisamente quien debe enterarse primero y aparecer como agente de mi salvación. Tendrá a su cargo la vigilancia estrecha de mi vida, y cada una de mis acciones deberá desnudarse ante sus ojos.

Volver al infierno es también una idea desalentadora; porque no se trata únicamente de condenación, sino de algo más fundamental: del fracaso de toda mi labor. Mi presencia en el infierno carece ya de sentido, no tiene importancia, desde el momento en que volvería incapacitado para convencer a nadie, para alentar la menor esperanza, ya que...

5 jun 2015

El caminante y la mula de alquiler.

"TOMÁS DE IRIARTE"
(El caminante y la mula de alquiler)
Los que empiezan elevando el estilo, se ven tal vez precisados a humillarle después demasiado.
Tomas de Iriarte
Harta de paja y cebada, una mula de alquiler salía de la posada,           
y tanto empezó a correr, que apenas el caminante la podía detener.           
No dudó que en un instante su media jornada haría; pero algo más adelante           
la falsa caballería  ya iba retardando el paso.
«¿Si lo hará de picardía?... ¡Arre!... ¿Te paras?...
Acaso metiendo la espuela... Nada.  
Mucho me temo un fracaso...
    
Esta vara, que es delgada... Menos...
Pues este aguijón...
Mas ¿si estará ya cansada?
Coces tira... y mordiscón. 
¡Se vuelve contra el jinete! ¡Oh, qué corcovo,  qué envión!           
Aunque las piernas apriete... Ni por ésas...
¡Voto a quién! ¡Barrabás que la sujete!           
Por fin dio en tierra... ¡Muy bien! ¿Y eres tú la que corrías?... 
¡Mal muermo te mate,  amén!           
No me fiaré en mis días de mula que empiece haciendo semejantes valentías».
Después de este lance, en viendo que un autor ha principiado con altisonante estruendo,           
al punto digo:
«¡Cuidado!  ¡Tente, hombre!, que te has de ver en el vergonzoso estado de la mula de alquiler».

3 jun 2015

Las dos glorias

"PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN"

(Las dos glorias)

Pedro Antonio de Alarcón.jpg Un día que el célebre pintor flamenco Pedro Pablo Rubens andaba recorriendo los templos de Madrid acompañado de sus afamados discípulos, penetró en la iglesia de un humilde convento, cuyo nombre no designa la tradición.


Poco o nada encontró que admirar el ilustre artista en aquel pobre y desmantelado templo, y ya se marchaba renegando, como solía, del mal gusto de los frailes de Castilla la Nueva, cuando reparó en cierto cuadro medio oculto en las sombras de feísima capilla; acercóse a él, y lanzó una exclamación de asombro.

Sus discípulos le rodearon al momento, preguntándole:

- ¿Qué habéis encontrado, maestro?

- ¡Mirad! -dijo Rubens señalando, por toda contestación, al lienzo que tenía delante.

Los jóvenes quedaron tan maravillados como el autor del "Descendimiento".

Representaba aquel cuadro la "Muerte de un religioso". Era éste muy joven, y de una belleza que ni la penitencia ni la agonía habían podido eclipsar, y hallábase tendido sobre los ladrillos de su celda, velados ya los ojos por la muerte, con una mano extendida sobre una calavera, y estrechando con la otra, a su corazón, un crucifijo de madera y cobre.

En el fondo del lienzo se veía pintado otro cuadro, que figuraba estar colgado cerca del lecho de que se suponía haber salido el religioso para...


1 jun 2015

LITERATURA: El velo de la Abadesa.

"GIOVANNI BOCCACCIO"
 
 
(El velo de la Abadesa)
 
 
 
Giovanni BoccaccioExiste en Lombardía un monasterio, famoso por su santidad y la austera regla que en él se observa. Una mujer, llamada Isabel, bella y de elevada estirpe, lo habitaba algún tiempo hacía, cuando cierto día fue a verla, desde la reja del locutorio, un pariente suyo, acompañado de un amigo, joven y arrogante mozo. Al verlo, la monjita se enamoró perdidamente de él, sucediendo otro tanto al joven; mas durante mucho tiempo no obtuvieron otro fruto de su mutuo amor que los tormentos de la privación. No obstante, como ambos amantes sólo pensaban en el modo de verse y estar juntos, el joven, más fecundo en inventiva, encontró un expediente infalible para deslizarse furtivamente en la celda de su querida. Contentísimos entrambos de tan afortunado descubrimiento, se resarcieron del pasado ayuno, disfrutando largo tiempo de su felicidad, sin contratiempo. Al fin y al cabo, la fortuna les volvió la espalda; muy grandes eran los encantos de Isabel, y demasiada la gallardía de su amante, para que...